viernes, 24 de julio de 2009

La sabiduría del Tiempo



Hacía mucho que no visitaba el faro…
Ahora que el abuelo había muerto, alguien debía ir a recoger sus cosas. Liz se ofreció, al fin y al cabo sentía que se lo debía, a él y a ella misma, una despedida de verdad.
Cuando llegó a lo más alto de la escalera, a la oficina del abuelo, se dio cuenta de que nada había cambiado, salvo que todo estaba cubierto de polvo, y parecía más gris y triste.
Guió sus pasos hasta una estantería, y comprobó con una sonrisa que ya no necesitaba una escalera. Alcanzó una botella y la bajó con todo el cuidado y cariño del mundo. Recogió todas las cosas, y, en la última caja, metió la botella.
Al llegar a casa, limpió la botella y la abrió. Dentro había un papel.
Vale por un abrazo" decía.
Ahora ya sabía a quien debía dárselo.

sábado, 18 de julio de 2009

HISTORIA DE MEG





Meg acababa de llegar a casa. Era el día de su cumpleaños y, para variar, estaba sola. Su padre aún no había vuelto del trabajo, pero le había dejado su regalo en la entrada del comedor.
Esta vez eran dos paquetes; Meg ni siquiera intentó abrir el paquete más grande, sin duda se trataba de otro juego educativo. Los últimos tres años su padre le había regalado juegos didácticos, y Meg empezaba a preguntarse si lo hacía por la comodidad de no tener que pensar en el regalo o porque verdaderamente creía que iban bien para su educación.
Cuando abrió el regalo más pequeño, descubrió un reloj muy bonito, que se ceñía sólo lo suficiente a su muñeca. Le quedaba como un guante, y Meg sonrió al descartar que su padre no hubiera pensado en su regalo, estaba convencida de que había dedicado varias semanas hasta encontrar el reloj perfecto.
Se iba a levantar sin abrir el segundo paquete, pero decidió no hacerle un feo a su padre, sabía que tras la muerte de su madre ella se había convertido en el centro de su vida, y no quería defraudarle por no abrir su regalo. Cuando lo cogió para abrirlo, algo cayó al suelo. Era un sobre dorado, del tamaño de una cuartilla, y Meg pensó que era la felicitación de su abuela. Su sorpresa fue enorme cuando leyó:

Querida Meg,
Felicitaciones en el día de tu décimo segundo cumpleaños. Ya ha llegado el momento de que conozcas tus orígenes. Si estás interesada, preséntate mañana con esta invitación en la calle Wendy, número 25, a las seis de la tarde. Ven sola.
Atentamente, Mons. S.A.


Meg no salía de su asombro… ¿Era un broma? ¿Quien era Mons. S.A.? ¿Debía ir? Decididamente, quien le había mandado eso la conocía muy bien, era demasiado curiosa como para no ir…

Por último, Meg abrió el paquete grande. No se había equivocado, era el juego educativo que esperaba. También había una nota de su padre que decía:

Espero que esto te ayude a abrir tu mente y que, llegado el momento, te sirva para afrontar los retos a los que te enfrentarás en esta vida. Con todo mi cariño, papá.

Quizás fuera por la nota de Mons. S.A. pero Meg estaba intranquila. ¿A qué se refería su padre con lo de “afrontar los retos”? Durante toda la tarde estuvo dándole vueltas a la nota dorada, y decidió que acudiría a la calle Wendy, aunque antes tenía que buscarla en un callejero, porque no sabía dónde estaba.

Al día siguiente, a las 6 de la tarde, Meg se presentó en la dirección señalada. Su sorpresa fue mayúscula cuando comprobó que la fachada del número 25 era la entrada de un teatro, y que el título de la obra era “Mons. S.A.”. Estaba a punto de darse la vuelta y marcharse, pensando que era una broma, que alguien sabía que era su cumpleaños y le había regalado una “entrada muy original” para esa obra de teatro.

Se giró, y una mano la sujetó. Era una mano grande y fuerte, pero, aunque ejercía mucha presión en el hombro, no era amenazante. De hecho, casi era una caricia, la sujetaba con suavidad e incluso cariño. Antes de que Meg se girara para mirar al dueño de aquella mano escuchó:

-Tranquila Meg, ni mis compañeros ni yo estamos aquí para hacerte daño. Sólo estamos aquí para contarte una historia y que tú juzgues si puedes ayudarnos. Entra en el teatro y siéntate. Cuando acabe la obra resolveremos todas tus dudas-

Cuando Meg se giró, no había nadie a su lado, y decidió que aquello no era una broma, pero si podía ser un regalo de cumpleaños especial. Desde que su madre había muerto, no había vuelto a sentirse segura, y en ese momento, al escuchar esa voz y sentir esa mano en su hombro, se había sentido protegida. Decidió entrar al teatro y ver qué pasaba.

Cuando entró al patio de butacas, notó que los demás espectadores le resultaban familiares. No podía decir de qué los conocía, pero estaba segura de que los había visto. Buscó su asiento y, aunque no había mucha luz, se dio cuenta de que la rodeaban cinco personas un poco extrañas: una mujer alta y delgada, con el pelo liso y rubio, un hombre muy bajito y fuerte, otro hombre muy alto y fuerte (casi enorme), otro muy peludo y una mujer morena, muy pálida. No pudo fijarse en sus apariencias con más atención, de pronto la luz se apagó y se encendieron los focos del escenario. La función iba a empezar…

Las luces del escenario eran focos de colores; luces verdes, rojas, azules y amarillas que giraban sin cesar. De repente, Meg escuchó un suspiro misterioso a su lado, se giró pero allí no había nadie. Cuando volvió a mirar el escenario, vió a un hombre enorme, alto y muy fuerte. Su apariencia era apabullante, pero su sonrisa indicaba amabilidad y tranquilidad, así que nadie se asustó. De hecho, cuando el hombre comenzó a hablar y el público escuchó su voz, se produjo una gran carcajada.Todo el mundo esperaba una voz acorde con ese volumen corporal, pero en cambió se escuchó una voz suave e infantil. El hombre dijo:

-Mi nombre es Ralph, y soy un GIGANTE. Probablemente no creereis lo que os digo, pero eso es lo que soy. de hecho, soy uno de los pocos gigantes vivos que no se esconde. Mi familia está escondida en alguna parte del Norte de Escocia, pero eso es una historia triste que no quiero contar. Somos un grupo de Monstruos que estamos aquí para contar la historia de una niña. Una pequeña princesa que se perdió hace muchos años. Hoy estamos aquí porque porfín ha aparecido.-

- Había una vez, hace mucho, mucho tiempo...- una voz surgió detrás del gigante, y Meg se sorprendió al reconocer la voz del hombre que le había hablado en la puerta. Era un hombre fuerte, pero menos impresionante. Tenía una cara peculiar, unos ojos muy grandes y verdes, una nariz que por alguna razón no se correspondía con con su cara, unas orejas grandes y unos labios bien formados. -una princesita de un pais olvidado, Gwent, que vivía en un hermoso castillo con sus padres. Un día hubo una fiesta en el castillo y todos estaban invitados. Era una fiesta maravillosa, el salón estaba iluminado con velas, había un embriagador aroma de rosas por todas partes y todo el mundo cantaba y bailaba.-

-Lo recuerdo como si fuera ayer- dijo una voz nueva. - Yo tocaba el piano en la fiesta- Quien hablaba, era la mujer alta y rubia que Meg había visto, era bellísima. Si la mirabas una vez no deseabas volver a mirar otrta cosa. Su pelo brillaba como los rayos del sol y su sonrisa era tan cálida que hubieras pensado que era un ángel. - Me llamo Thain. Si no han creido lo que ha didho Ralph, tampoco me creereis a mí. Soy una elfa. Sí, no importa que no me crean, mi tarea es continuar con la historia que mis compañeros estan contando. Todo era perfecto en la fiesta, las hadas del bosque bailaban y cantaban y todo el mundo era feliz. Pero el rey y la reina habian olvidado invitar al Mago tenebroso del bosque, que irrumpió en la fiesta con muy malos modos, gritando:
-!Como os atreveis a olvidar la invitación del Gran, Poderoso, mago tenebroso del bosque!!- Antes de que nadie pudiera hacer nada para impedirlo, el mago se habia evaporado con la princesa. Desde entonces, mis amigos y yo la buscamos por todas partes. Afortunadamente, ayer Elkish el grande nos avisó de que la habia encontrado. Ahora sólo nos falta volver al palacio con ella y todos seremos felices...

“Decidimos preparar esta obra para explicarle a la princesa toda su historia” Esta vez habló una voz fría, una de esas voces que hacen temblar todo tu cuerpo por el miedo cuando las oyes. El hombre que hablaba era alto, y muy delgado, su cara era alargada y estaba muy pálida, y parecía muy preocupado, tenía unas ojeras enormes bajo sus ojos, y no había ni un atisbo de sonrisa en sus labios. “Me llamo Sabb, y no voy a perder mi tiempo explicándoos qué soy, ya que no vais a creerme”.
La curiosidad de Meg iba en aumento, ¿era ella la princesa de la que hablaban?; por un lado, decían que la princesa no estaba allí, por lo tanto no podía ser ella… pero, por otra parte, era su cumpleaños, la habían invitado, y aún recordaba la conversación en la puerta… “tu destino”. Meg empezó a repasar su vida, sus recuerdos de infancia y se dio cuenta de que no tenía recuerdos hasta su quinto cumpleaños, lo que le pareció un poco extraño, pero nunca le había preocupado… hasta ahora. Estaba pensando en todo eso, cuando se escuchó un fuerte estruendo y se encendió la luz. La función había acabado y ella continuaba sin respuestas a sus preguntas. Buscó a los actores y los encontró en una habitación gigantesca, iluminada con miles de velas que le daban un aspecto muy acogedor. Meg estaba tan asombrada por todo lo que estaba pasando que no podía dejar de hablar: -No entiendo nada, me traéis aquí, me contáis esta historia. No digo que os crea, pero si fuera así… porqué habéis dicho que vuestra princesa no estaba aquí? ¿Soy la princesa o no?, ¡Claro que no lo soy! No existe ninguna princesa, ni Gwent… todo esto es un sueño, ¿verdad?-
-Querida Meg, estás aquí porque ERES la princesa, hemos recorrido el mundo entero hasta dar contigo, y por fín, lo hemos logrado-
-Pero yo estaba en el teatro, y dijisteis que la princesa no estaba allí- Meg estaba intentando creer la historia, no era feliz en su vida porque pasaba demasiado tiempo sola… Aunque, si todo fuera cierto, y tuviera que marcharse y dejar todo atrás… echaría de menos a su padre
-Decidimos no decirte todo durante la obra- dijo Sabb, -porque estamos aquí para protegerte, y cuando iba a continuar hablando me di cuenta de que…-
-De que yo estaba allí, ¿no es eso?-
Meg se giró y vio a un hombre muy alto, que llevaba una capa y un sombrero negros. En su mano izquierda tenía una varita que movía peligrosamente.

-Meg, este es el Mago Tenebroso del bosque- dijo Ralph, poniendo una de sus grandes manos en los hombros de Meg, -pero ahora que te hemos encontrado, te vienes a casa con nosotros, él no puede hacer nada para detenernos-
-No volverá a Gwent con vosotros-
-Tiene razón, no vuelvo a palacio con ellos-, dijo Meg, -y la razón es que mi casa está aquí, con un padre al que veo poco, pero que por desgracia quiero mucho. Él es mi familia, no tengo recuerdos del rey y la reina, ni sentimientos hacia ellos, ¿cómo podría olvidar todo lo que recibí de mis padres? No tengo familia sin él, incluso de este modo tan peculiar. Le quiero, y no puedo marcharme con vosotros-
-Pero Meg, puedes tener lo que quieras- dijo Sabb, -la gente te cuidará y no tendrás que estar sola nunca más. Y además, piensa en el rey y la reina, ellos no han dejado de buscarte en todo este tiempo-.
-Lo sé, y lo siento de verdad, pero no puedo irme, ellos no son mi familia-
Después de una conversación muy larga, Meg decidió volver a su casa…

Esto no es un cuento, si lo fuera, el padre de Meg estaría esperándola en casa y todo comenzaría a ir mejor…
Pero cuando Meg llegó no había nadie, su padre aún estaba trabajando. Estaba un poco triste, pero aquella era su vida. Quería a su familia, era la única que tenía, y eso era más que suficiente para ella.

martes, 7 de julio de 2009

In Memoriam

Hoy he visto una de las cosas más tristes que se pueden ver, un adiós, una despedida de una hija a su padre. En el último minuto del homenaje y despedida a Michael Jackson su hija le ha dedicado unas palabras. A eso no se le podía llamar discurso, pero ha sido lo más sentido que se ha escuchado en todo el homenaje. Su inocencia proclamaba que su padre era una buena persona, un buen padre, que lo quería y lo echaba de menos… Algo tan “sencillo” como eso me ha partido el corazón. Nunca es fácil despedirse de un ser querido, pero mucho menos de un padre. A esas criaturas se les ha roto su mundo, ya de por sí desequilibrado, y lo que les queda por delante no va a ser nada fácil.

Yo, por mi parte, como el resto de millones de fans, me conformo con ver sus videos, oir sus canciones, y desearle algo mejor que lo que se le otorgó en vida. En mi memoria permanece la sonrisa inocente de un niño, que no llegó a crecer, pero tampoco tuvo infancia.
Hay un videoclip de Michael, REMEMBER THE TIME, con Imán y Eddie Murphy, en el que casi al final, hay un segundo (08:55) en el que sonríe, con una dulzura que ahora mismo resulta dolorosa, pero que siempre permanecerá entre nosotros




sábado, 4 de julio de 2009

-I-




Penélope cansada espera
el retorno de su Ulises
y mientras va tejiendo tapices
el Tiempo la consume cual vela.

En sus ojos ya no hay primavera
tan sólo un conjunto de grises
rememorando tiempo felices
de cuando no existía la pena.

Cada vela trae una esperanza
cada navío una ilusión
con la espera de una carta.

Es una carta que tarda
y destruye un corazón
que sigue esperando esa barca.

(Pido perdón a poetas y poetisas por este intento de soneto. Su intención era participar en el foro de Nuncajamás, pero se ha quedado en el intento...)

miércoles, 1 de julio de 2009

Una noche en el teatro



UNA NOCHE EN EL TEATRO

Llevo mucho tiempo aquí, tirada en este bosque.
Me perdí junto a mi dueña, pero a mi nunca me hallaron. Las dos hemos tenido un final muy parecido, demasiado, pero a mí nadie me echa de menos. La única que podría llorarme no vivió lo suficiente como para notar mi desaparición.
Aún recuerdo el día que me trajeron. Emma me puso mi vestido más bonito porque íbamos a ver un teatro, “El sueño de una noche de verano”, representado en el bosque de Hatfield.
Ella también iba preciosa, con un vestido celeste y sus zapatos blancos. Con nuestras mejores galas nos subieron en el coche, y pusimos rumbo al bosque. Todo era hermoso, luces de colores, música, gente que se movía por todos lados, y nosotros sentados aplaudiendo.
Emma no me soltaba… fuimos al baño con su madre, pero en un momento nos despistamos. Empezó a llorar, y yo también, pero a mi nadie me oía. Alguien la llamó, asustándola aún más, y echó a correr en dirección a los árboles. Recuerdo el sonido de sus piececitos al correr, sus zapatos blancos manchados de barro, la voz de un hombre que nos perseguía. Tropezó, caímos al suelo, vi como el la agarró, ella gritaba, pero él le tapó la boca. Se la llevó.
Yo me quedé tirada en el suelo, medio enterrada entre el barro y la pluma de algún pájaro enorme. Vinieron a buscarla, y, por más que grité, nadie me oyó, quise decirles quien se la había llevado, pero mi cara de porcelana se había roto en mil pedazos, mis manos estaban atrapadas, no pude hacer nada, pedir auxilio, nadie escucha a una muñeca rota…
Su cuerpo apareció, unos días más tarde, junto al lago. Sus manecitas tenían un tono violáceo, y le faltaba un zapato.
Ayer oí las campanas de la catedral, doblaban a muerto. Imagino cómo llevaban su pequeño ataúd, por las callejuelas del pueblo, la gente llorando a mi pobre niña, mi amiga, mientras que él, con cara de pena, acompaña a la familia.

sábado, 27 de junio de 2009

Michael Jackson




Desgraciadamente esto se está convirtiendo en una fea costumbre. No me gusta asomarme a este blog con despedidas, pero me vuelve a tocar hacerlo una vez más.

Se ha marchado un genio de nuestro tiempo. He crecido con sus canciones, como otros tantos millones de personas, y, como otros tantos, vi caer un mito.

No quiero entrar en qué pensamientos podían pasar por esa cabeza, ni qué le hacía comportarse de determinada manera. Para mí, el que murió ayer fue Michael Jackson, el de los Jackson 5 (ese "negrito" tan mono, como lo llamaban), el cantante de Thriller, Smooth Criminal, Dirty Diana..., el creador de coreografías tan copiadísimas como el Moonwalk.

Por fortuna, nos quedan todas esas magníficas canciones, que espero lleguen a las generaciones venideras. Mi deseo en el día de hoy es que por fín descanse en paz, alguien que pocas veces fue feliz, y que en el futuro nadie recuerde cual era el color de su piel, ni lo que hizo o dejó de hacer.

"Somebody shakes when the wind blows
Somebody's missing a friend, hold on
Somebody's lacking a hero
And they have not a clue
When it's all gonna end"

CRY (Michael Jackson)

lunes, 22 de junio de 2009

San Juan




24 de Junio de 2017

Ayer me pasó algo extraño.
Necesito escribir esto para ver si así tranquilizo mi alma y pongo en orden mis ideas, porque no tengo ni idea de cómo explicar estos hechos.
Anoche estaba en la playa, celebrando San Juan con unos amigos alrededor de una hoguera. Cerca de nosotros había otros grupos, y en uno de ellos una chica tocaba un timbal. Mantenía una cadencia continua, un ritmo constante, y mi mente comenzó a divagar. Mis ojos quedaron fijos en las llamas, en su dulce contoneo, y a mis oídos llegaban el crepitar de las ramas mezclados con la percusión de aquel timbal. De pronto sentí que alguien me empujaba, noté el calor muy cerca de mi cuerpo, demasiado cerca, gritos a mi alrededor…
Por fin lo comprendí, estaba en una hoguera común, donde mis hermanas y yo íbamos a morir quemadas. Fue una sensación extraña, no tenía miedo. Sabía que aquel era mi Destino, que todas nosotras habíamos pasado por eso otras veces, y que indiscutiblemente no sería la última. Sólo una de mis hermanas lloraba, la más joven, la última en unirse a nuestra hermandad. Aún no era consciente de su poder, ni del miedo que inspiraba a aquellos incultos. Para tranquilizarla, todas las demás comenzamos a golpear con los pies en el suelo, creando una especie de mantra. Poco a poco mis ojos se cerraron, y perdí la consciencia.
Cuando desperté estaba otra vez en la playa, amanecía, y a mis pies quedaban los rescoldos de una hoguera. Mis amigos dormían, pero a lo lejos seguía oyendo aquel timbal. Miré a la chica, me sonrió, y comprendí que aquello no había sido un sueño. La reconocí, era aquella joven, la más nueva de la orden, que aún recordaba nuestro mantra particular.


(Publicado en el foro de Nuncajamás en el reto de San Juan)

domingo, 21 de junio de 2009

FUTURO


Hacía tiempo que sentía que su vida no estaba sincronizada… Visualizaba sus días como una película en la cual el sonido va unos segundos por delante que las imágenes. Había perdido el control, iba a la deriva. La habían despedido de su trabajo hace unos días, se le acababa el dinero para pagar el alquiler, y no conseguía encontrar un nuevo empleo.

Una mañana como cualquier otra se levantó, tomó un baño, dejando que el último chorro cayese únicamente frío para ver si su mente aumentaba las revoluciones para acompasarse a su cuerpo, pero ni por esas, todo seguía igual.

Tomó un café muy cargado, sacó a pasear a Nelly, que era la única que aguantaba sus quejas, quizás porque la correa le impedía huir, y ella aún no sabía diferenciar entre ladridos de queja y de comprensión. Camino del parque pasó por un quiosco y compró un periódico, con la excusa de buscar trabajo, pero lo primero que hizo (aunque no lo hubiera reconocido nunca) fue abrir la última página y buscar su horóscopo.

Géminis: La dualidad de tu signo te favorecerá. Tu parte más negativa se verá aislada por tu positividad. Recuerda, si le sonríes a la vida ella te sonreirá de vuelta.

Las mismas frases vacías de siempre, pensó, esperaba que algún día al abrir un periódico o revista, su horóscopo dijera:

Géminis: Teresa, no olvides comprar pan. A la vuelta de la tienda conocerás al hombre de tus sueños.

O,

Géminis: Teresa, vete al hipódromo, apuesta al tercer caballo de la séptima carrera, y volverás a casa siendo millonaria.

Pero no, eso nunca pasaba. Tendría que conformarse con su triste realidad. Buscar otro trabajo, y empezar de nuevo, otra vez. Ya no se sentía con fuerzas para hacerlo. Su curriculum no era una maravilla, y había dejado de tener unas piernas esculturales hace mucho tiempo, cosa que le había facilitado las cosas en alguna ocasión. Con la resignación de quienes creen la batalla perdida de antemano se levantó del banco, pegó un leve tirón de la correa de Nelly para ponerla en marcha, y echó a andar. Tenía muchos curriculums que entregar hasta que alguien le diera empleo de nuevo.

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A lo lejos, una anciana observaba como Teresa se marchaba camino a casa. Le hubiera gustado pararla, decirle que aquello no era el final, ni siquiera otro principio. Tan sólo era una pausa dentro de la larga historia de su vida. Le quedaban muchas cosas por hacer, por vivir y disfrutar, pero para eso tendría que aprender a salir sola del bache en el que estaba.

–Las lecciones más duras no nos las enseña nadie, las aprendemos a base de experimentar-

Empezó a caminar en dirección contraria a Teresa, segura de que el Tiempo las volvería a reunir, como otras tantas veces, aunque ella jamás se diera cuenta. Llevaban toda la vida juntas, y así debía seguir siendo. Ése era el pacto, siempre y cuando jamás le revelara a Teresa cual era su Destino.

jueves, 21 de mayo de 2009

El sitio de mi recreo



Se apagó la luz, de repente todo era oscuridad a su alrededor. No había dolor, ni sufrimiento. Lo único que sentía era una sensación cálida, ese frío que se había instalado en sus huesos muchos años atrás ya no estaba; estaba desnudo, pero tenía la sensación cálida de estar arropado en una manta, suave, blandita.
No sabía dónde se encontraba, era un parque que podía estar en cualquier lugar. A lo lejos había un grupo de jóvenes, fumando, con unas cervezas. Se acercó con la certeza de que no le podrían ver, intentando averiguar dónde se encontraba. A medida que se acercaba escuchó que uno de los chicos comentaba:
-Tios, se ha muerto Antonio Vega-
Se hizo un pequeño silencio, todos habían escuchado la noticia. Había sido un mazazo, no por ser algo “anunciado” dolía menos. Se había marchado el alma de una etapa en el país.
Uno de los chicos sacó su guitarra y empezó a tocar los primeros acordes. Una canción oída mil veces, cantada mil veces, y que aún así seguía siendo parte del alma de una generación. Un himno cantado por un chico triste, con una dulzura en la voz que invitaba al abrazo.
Poco a poco los amigos se fueron uniendo para cantar “El sitio de mi recreo”. No para rendir un homenaje a alguien que probablemente no les escucharía, si no porque necesitaban despedirse. Una lágrima corrió por la mejilla de una de las chicas, y ni siquiera intentó disimularla. Hoy se había ido Antonio, y estaba permitido llorar.
Se alejó de allí, caminando, sabiendo que esa sensación cálida que invadía su cuerpo era todo el cariño que la gente le tenía, todos los recuerdos de muchas personas que habían crecido con él, con su música. Se sentía bien, tranquilo, ya no tenía que esforzarse por permanecer en un cuerpo que desde hacía tiempo le resultaba una carga. Esa idea hizo aflorar una pequeña sonrisa en sus labios, tímida, como siempre. Ahora era libre…

lunes, 18 de mayo de 2009

Adios maestro...



Ayer falleció el grande Mario Benedetti. Sus poemas me han acompañado durante gran parte de de mi vida, y no podía dejar de rendirle un minúsculo homenaje. Este poema forma parte de mi vida, y de la de muchas otras personas; lo hemos hecho nuestro, o el nos hizo suyos, no sé cómo sucedió en realidad. Por éste, y por otros muchos poemas, el gran maestro permanecerá con nosotros para siempre.

HAGAMOS UN TRATO

Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo

si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted

es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

Mario Benedetti (1920-2009)

domingo, 17 de mayo de 2009

Dobles parejas


Llevaban todo el día paseando por San Telmo, disfrutando en silencio de esas calles angostas y empedradas. Aunque iban de la mano, estaban a miles de kilómetros el uno del otro, cada uno saboreando la experiencia de manera diferente, única. Si hubieran hecho ese mismo viaje, ese paseo, hace unos años, ese silencio hubiera sido distinto, hubiera estado plagado de complicidad, de miradas llenas de ilusión. Pero ahora, todo eso se había apagado, y sólo les quedaba el gesto mecánico de agarrarse de la mano para pasear por la ciudad. Ella empezaba a darse cuenta de todo eso, quizás ese fuera el motivo por el que le pidió que hicieran este viaje. Él parecía tan distante,… puede que incluso deseara estar allí mismo, pero acariciando otra mano, compartiendo todo con otra persona. Quizás ella misma añorara otros brazos en los que perderse… pero tenían miedo. Se resistían a dejar marchar lo único sólido que les quedaba, y se agarraban el uno al otro como dos náufragos a su tabla de salvación.
A lo lejos suena un bandoneón, y como cualquier otro turista deciden acercarse a ver el espectáculo. No podían decir que habían estado en Buenos Aires y no habían visto una actuación de tango callejero, aunque lo que menos les apeteciera fuera escuchar música. Al doblar una esquina descubren una plaza, Plaza Coronel Manuel Dorrego, se lee en un cartel y, justo en medio, un grupo de gente ha hecho un círculo para ver a una pareja bailar.
Él, moreno, pelo engominado hacia atrás, a lo Carlos Gardel, chaqueta gris, camisa blanca con pañuelo al cuello, y pantalón de rayas oscuro con zapatos a juego. Ella, majestuosa en un vestido negro que marcaba todas y cada una de las curvas de su cuerpo, el pelo rubio recogido en la nuca y una flor como único adorno. Los zapatos son de un rojo brillante, como la flor de su pelo y el rouge de sus labios.
Siguiendo el ritmo de la música se desplazaban, acariciando el pavimento a cada paso, derrochando pasión en cada movimiento. Sus miradas transmitían calor, fuerza, un empuje que ella hacia mucho que no sentía por el hombre que le agarraba la mano.
Algo comenzó a apoderarse de ella, una intranquilidad, que por segundos se iba transformando en tristeza por lo innegable de la situación. No había vuelta atrás, todo se había acabado, pero tampoco sabía cómo salir. Lo único que logró articular fue:
-Hace mucho que ya no me miras así-
Se dio la vuelta y empezó a caminar, pero no conseguía soltarle la mano, muchos años de matrimonio, y el miedo a lo desconocido fuera de él, se lo impedían.
Él la siguió, callado, y probablemente pensando algo similar.

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La bailadora de tango se miraba en el espejo, comprobando los últimos detalles antes de salir a bailar. Llevaban muchos años bailando juntos…
Al principio, toda la pasión del baile la trasladaban al dormitorio al acabar las actuaciones. O quizás era al revés, y la pasión del dormitorio se abría paso a través del baile y hacían el amor repetidamente delante del público. Con el paso de los años, los movimientos se habían acabado por hacer mecánicos, en ambos lados, todo se había enfriado, lo único que los hacía permanecer juntos era su pasión por el baile. Realmente eran buenos como pareja de baile, y eso les marcaba a la hora de dejar que los sentimientos, o la falta de estos, les hicieran separarse.
En la pista de baile seguían deseándose, bailaban como al principio, y, por los años de práctica, nadie podía percatarse de que algo se había roto.
Esa noche, mientras bailaban, vio entre el público a una pareja, aproximadamente de su misma edad. Iban de la mano, y disfrutaban juntos del espectáculo. Escuchó como ella le decía:
-Hace mucho que ya no me miras así-
Y los observó marcharse de la mano y desparecer por Defensa. Los imaginó llegando al hotel y haciendo el amor apasionadamente, como hacía mucho que ella no lo hacía, y sintió envidia de aquella mujer, que aún disfrutaba de un paseo de la mano de su marido.

jueves, 14 de mayo de 2009

Recuerdos sonoros


A lo lejos se escuchaban las primeras notas de “Dilemma”, de Nelly y Kelly Rowland.
Había escuchado esa canción infinidad de veces, sobre todo en aquel invierno en que se marchó a estudiar en Inglaterra, y el volverla a oír siempre la transportaba muy lejos, a otro tiempo, a otro lugar…
Cerró los ojos, y a su mente vino con inmensa claridad el cartel de la universidad, dando la bienvenida a los estudiantes de aquel curso.
También recordó esas meriendas en el Baroque, ese bar de cortinas oscuras y mucha madera, donde los camareros acabaron reconociéndola como clienta habitual. Aún podía ver sin mucho esfuerzo a ese camarero, con su delantal negro, subiéndole a la mesa una tarta de chocolate y un té con limón,…
Esas fiestas españolas, en las que se jugaba a cualquier cosa, en las que alguien aparecía con una peineta y una gaita, y acababan llorando de la risa porque ciertos cigarrillos no paraban de ‘rular’.
Ese día de sol en el que había faltado a clase con Jose, y se habían ido a la playa. Entraron en aquel bar que era una antigua estación de tren, y él robó un cenicero sólo porque a ella le había gustado. Para alguien tan desinhibida como ella no habría supuesto mucho esfuerzo, pero para alguien tan tímido como él, aquello suponía una verdadero sacrificio. Tendría que buscarlo un día de estos…
En el puente que tenía pasar para ir a clase alguien había dibujado el teleférico de la ciudad, una antigua obra maestra que ya casi nadie apreciaba, salvo el estudiante que dedicó sus horas a dejar ese recuerdo. Debía de ser ya bastante antiguo el dibujo cuando ella lo vió, podría haber desaparecido incluso en todos estos años, pero siempre permanecería en su recuerdo.
¡Tantas cosas de ese año se negaban a desaparecen!
Jose, con aquella camiseta color butano de diseño Mod, que tanto le gustaba, las tardes que pasaban juntos hablando de cualquier cosa, y lo doloroso que fue despedirse de él en el aeropuerto. Aún podía verle, escribiendo en su cuaderno la promesa de que se volverían a encontrar. Aún podía escuchar su última frase:
-Te quiero, enana-
Cuando volvió a la realidad, aún sonaba la misma canción, pero sus voces eran muy lejanas, tanto como esos recuerdos felices.

(Publicado anteriormente en http://notemuerdaslalengua.foroespana.com/)

miércoles, 13 de mayo de 2009

Antonio Vega



Azul
Líneas en el mar
qué profundo y sin domar
acaricia una verdad
y tú
no lo pienses más
o te largas de una vez
o no vuelves nunca más

Se dejaba llevar
se dejaba llevar por ti
no esperaba jamás
y no espera si no es por ti
nunca la oyes hablar
sólo habla contigo y nadie más
nada puede sufrir
que él no sepa solucionar

Temor
alcohol de quemar
pon tus manos a volar
o en tus ojos el temor
Azul
vuelve a reflejar
y fundido con el sol
reina un sueño de
sonido a mar

Se dejaba llevar...

Se ha marchado un grande de la música, pero permanecen en nuestros recuerdos canciones como ésta. Gracias por regalarnos tu don de tantas formas distintas. Descansa en paz, que aquí te seguiremos recordando.

Madrugada...



“La madrugada es la última parte de la noche, que transcurre entre las cero (12:00 a.m) y el amanecer, tras el cual empieza la mañana” (Wikipedia)
Es el momento en el que lo real y lo imaginario se funden en una única cosa, cuando todo lo que deseas se puede hacer real por unos instantes.
Morfeo aún no se adueñó de tu alma por completo, y sigues con un pie en la tierra.
Son unas horas mágicas, utilízalas bien.
Escribe, canta, haz lo que te pida el cuerpo, lo que sea con tal de despedirte del día como es debido, y entregarte al sueño con la felicidad del deber cumplido.
El amanecer de mañana tendrá a otro tú, otro yo, con todo lo aprendido y reutilizado en la madrugada de hoy.

martes, 12 de mayo de 2009

Inicios...

Todo tiene un principio y un final, por más que todo nos parezca un eterno ciclo en el que no hacemos más que dar vueltas, y revivir una y otra vez lo mismo.
Nos reinventamos dia a dia, y con cada pequeño paso nos distanciamos un poco más de lo que eramos ayer, nos adentramos más en un mañana que también pasará, y nos acercamos a algo desconocido, que es el fin, la meta de todo lo que hacemos.
En este recorrido por lo desconocido, por los pequeños detalles de esta vida que me tocó en suerte, creo que merecerá la pena dejar recordatorios de lo vivido, para saber dónde he estado, y dónde no volveré a estar, porque, aunque vuelva al mismo lugar, la que no seré la misma seré yo...