jueves, 21 de mayo de 2009

El sitio de mi recreo



Se apagó la luz, de repente todo era oscuridad a su alrededor. No había dolor, ni sufrimiento. Lo único que sentía era una sensación cálida, ese frío que se había instalado en sus huesos muchos años atrás ya no estaba; estaba desnudo, pero tenía la sensación cálida de estar arropado en una manta, suave, blandita.
No sabía dónde se encontraba, era un parque que podía estar en cualquier lugar. A lo lejos había un grupo de jóvenes, fumando, con unas cervezas. Se acercó con la certeza de que no le podrían ver, intentando averiguar dónde se encontraba. A medida que se acercaba escuchó que uno de los chicos comentaba:
-Tios, se ha muerto Antonio Vega-
Se hizo un pequeño silencio, todos habían escuchado la noticia. Había sido un mazazo, no por ser algo “anunciado” dolía menos. Se había marchado el alma de una etapa en el país.
Uno de los chicos sacó su guitarra y empezó a tocar los primeros acordes. Una canción oída mil veces, cantada mil veces, y que aún así seguía siendo parte del alma de una generación. Un himno cantado por un chico triste, con una dulzura en la voz que invitaba al abrazo.
Poco a poco los amigos se fueron uniendo para cantar “El sitio de mi recreo”. No para rendir un homenaje a alguien que probablemente no les escucharía, si no porque necesitaban despedirse. Una lágrima corrió por la mejilla de una de las chicas, y ni siquiera intentó disimularla. Hoy se había ido Antonio, y estaba permitido llorar.
Se alejó de allí, caminando, sabiendo que esa sensación cálida que invadía su cuerpo era todo el cariño que la gente le tenía, todos los recuerdos de muchas personas que habían crecido con él, con su música. Se sentía bien, tranquilo, ya no tenía que esforzarse por permanecer en un cuerpo que desde hacía tiempo le resultaba una carga. Esa idea hizo aflorar una pequeña sonrisa en sus labios, tímida, como siempre. Ahora era libre…

lunes, 18 de mayo de 2009

Adios maestro...



Ayer falleció el grande Mario Benedetti. Sus poemas me han acompañado durante gran parte de de mi vida, y no podía dejar de rendirle un minúsculo homenaje. Este poema forma parte de mi vida, y de la de muchas otras personas; lo hemos hecho nuestro, o el nos hizo suyos, no sé cómo sucedió en realidad. Por éste, y por otros muchos poemas, el gran maestro permanecerá con nosotros para siempre.

HAGAMOS UN TRATO

Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo

si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted

es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

Mario Benedetti (1920-2009)

domingo, 17 de mayo de 2009

Dobles parejas


Llevaban todo el día paseando por San Telmo, disfrutando en silencio de esas calles angostas y empedradas. Aunque iban de la mano, estaban a miles de kilómetros el uno del otro, cada uno saboreando la experiencia de manera diferente, única. Si hubieran hecho ese mismo viaje, ese paseo, hace unos años, ese silencio hubiera sido distinto, hubiera estado plagado de complicidad, de miradas llenas de ilusión. Pero ahora, todo eso se había apagado, y sólo les quedaba el gesto mecánico de agarrarse de la mano para pasear por la ciudad. Ella empezaba a darse cuenta de todo eso, quizás ese fuera el motivo por el que le pidió que hicieran este viaje. Él parecía tan distante,… puede que incluso deseara estar allí mismo, pero acariciando otra mano, compartiendo todo con otra persona. Quizás ella misma añorara otros brazos en los que perderse… pero tenían miedo. Se resistían a dejar marchar lo único sólido que les quedaba, y se agarraban el uno al otro como dos náufragos a su tabla de salvación.
A lo lejos suena un bandoneón, y como cualquier otro turista deciden acercarse a ver el espectáculo. No podían decir que habían estado en Buenos Aires y no habían visto una actuación de tango callejero, aunque lo que menos les apeteciera fuera escuchar música. Al doblar una esquina descubren una plaza, Plaza Coronel Manuel Dorrego, se lee en un cartel y, justo en medio, un grupo de gente ha hecho un círculo para ver a una pareja bailar.
Él, moreno, pelo engominado hacia atrás, a lo Carlos Gardel, chaqueta gris, camisa blanca con pañuelo al cuello, y pantalón de rayas oscuro con zapatos a juego. Ella, majestuosa en un vestido negro que marcaba todas y cada una de las curvas de su cuerpo, el pelo rubio recogido en la nuca y una flor como único adorno. Los zapatos son de un rojo brillante, como la flor de su pelo y el rouge de sus labios.
Siguiendo el ritmo de la música se desplazaban, acariciando el pavimento a cada paso, derrochando pasión en cada movimiento. Sus miradas transmitían calor, fuerza, un empuje que ella hacia mucho que no sentía por el hombre que le agarraba la mano.
Algo comenzó a apoderarse de ella, una intranquilidad, que por segundos se iba transformando en tristeza por lo innegable de la situación. No había vuelta atrás, todo se había acabado, pero tampoco sabía cómo salir. Lo único que logró articular fue:
-Hace mucho que ya no me miras así-
Se dio la vuelta y empezó a caminar, pero no conseguía soltarle la mano, muchos años de matrimonio, y el miedo a lo desconocido fuera de él, se lo impedían.
Él la siguió, callado, y probablemente pensando algo similar.

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La bailadora de tango se miraba en el espejo, comprobando los últimos detalles antes de salir a bailar. Llevaban muchos años bailando juntos…
Al principio, toda la pasión del baile la trasladaban al dormitorio al acabar las actuaciones. O quizás era al revés, y la pasión del dormitorio se abría paso a través del baile y hacían el amor repetidamente delante del público. Con el paso de los años, los movimientos se habían acabado por hacer mecánicos, en ambos lados, todo se había enfriado, lo único que los hacía permanecer juntos era su pasión por el baile. Realmente eran buenos como pareja de baile, y eso les marcaba a la hora de dejar que los sentimientos, o la falta de estos, les hicieran separarse.
En la pista de baile seguían deseándose, bailaban como al principio, y, por los años de práctica, nadie podía percatarse de que algo se había roto.
Esa noche, mientras bailaban, vio entre el público a una pareja, aproximadamente de su misma edad. Iban de la mano, y disfrutaban juntos del espectáculo. Escuchó como ella le decía:
-Hace mucho que ya no me miras así-
Y los observó marcharse de la mano y desparecer por Defensa. Los imaginó llegando al hotel y haciendo el amor apasionadamente, como hacía mucho que ella no lo hacía, y sintió envidia de aquella mujer, que aún disfrutaba de un paseo de la mano de su marido.

jueves, 14 de mayo de 2009

Recuerdos sonoros


A lo lejos se escuchaban las primeras notas de “Dilemma”, de Nelly y Kelly Rowland.
Había escuchado esa canción infinidad de veces, sobre todo en aquel invierno en que se marchó a estudiar en Inglaterra, y el volverla a oír siempre la transportaba muy lejos, a otro tiempo, a otro lugar…
Cerró los ojos, y a su mente vino con inmensa claridad el cartel de la universidad, dando la bienvenida a los estudiantes de aquel curso.
También recordó esas meriendas en el Baroque, ese bar de cortinas oscuras y mucha madera, donde los camareros acabaron reconociéndola como clienta habitual. Aún podía ver sin mucho esfuerzo a ese camarero, con su delantal negro, subiéndole a la mesa una tarta de chocolate y un té con limón,…
Esas fiestas españolas, en las que se jugaba a cualquier cosa, en las que alguien aparecía con una peineta y una gaita, y acababan llorando de la risa porque ciertos cigarrillos no paraban de ‘rular’.
Ese día de sol en el que había faltado a clase con Jose, y se habían ido a la playa. Entraron en aquel bar que era una antigua estación de tren, y él robó un cenicero sólo porque a ella le había gustado. Para alguien tan desinhibida como ella no habría supuesto mucho esfuerzo, pero para alguien tan tímido como él, aquello suponía una verdadero sacrificio. Tendría que buscarlo un día de estos…
En el puente que tenía pasar para ir a clase alguien había dibujado el teleférico de la ciudad, una antigua obra maestra que ya casi nadie apreciaba, salvo el estudiante que dedicó sus horas a dejar ese recuerdo. Debía de ser ya bastante antiguo el dibujo cuando ella lo vió, podría haber desaparecido incluso en todos estos años, pero siempre permanecería en su recuerdo.
¡Tantas cosas de ese año se negaban a desaparecen!
Jose, con aquella camiseta color butano de diseño Mod, que tanto le gustaba, las tardes que pasaban juntos hablando de cualquier cosa, y lo doloroso que fue despedirse de él en el aeropuerto. Aún podía verle, escribiendo en su cuaderno la promesa de que se volverían a encontrar. Aún podía escuchar su última frase:
-Te quiero, enana-
Cuando volvió a la realidad, aún sonaba la misma canción, pero sus voces eran muy lejanas, tanto como esos recuerdos felices.

(Publicado anteriormente en http://notemuerdaslalengua.foroespana.com/)

miércoles, 13 de mayo de 2009

Antonio Vega



Azul
Líneas en el mar
qué profundo y sin domar
acaricia una verdad
y tú
no lo pienses más
o te largas de una vez
o no vuelves nunca más

Se dejaba llevar
se dejaba llevar por ti
no esperaba jamás
y no espera si no es por ti
nunca la oyes hablar
sólo habla contigo y nadie más
nada puede sufrir
que él no sepa solucionar

Temor
alcohol de quemar
pon tus manos a volar
o en tus ojos el temor
Azul
vuelve a reflejar
y fundido con el sol
reina un sueño de
sonido a mar

Se dejaba llevar...

Se ha marchado un grande de la música, pero permanecen en nuestros recuerdos canciones como ésta. Gracias por regalarnos tu don de tantas formas distintas. Descansa en paz, que aquí te seguiremos recordando.

Madrugada...



“La madrugada es la última parte de la noche, que transcurre entre las cero (12:00 a.m) y el amanecer, tras el cual empieza la mañana” (Wikipedia)
Es el momento en el que lo real y lo imaginario se funden en una única cosa, cuando todo lo que deseas se puede hacer real por unos instantes.
Morfeo aún no se adueñó de tu alma por completo, y sigues con un pie en la tierra.
Son unas horas mágicas, utilízalas bien.
Escribe, canta, haz lo que te pida el cuerpo, lo que sea con tal de despedirte del día como es debido, y entregarte al sueño con la felicidad del deber cumplido.
El amanecer de mañana tendrá a otro tú, otro yo, con todo lo aprendido y reutilizado en la madrugada de hoy.

martes, 12 de mayo de 2009

Inicios...

Todo tiene un principio y un final, por más que todo nos parezca un eterno ciclo en el que no hacemos más que dar vueltas, y revivir una y otra vez lo mismo.
Nos reinventamos dia a dia, y con cada pequeño paso nos distanciamos un poco más de lo que eramos ayer, nos adentramos más en un mañana que también pasará, y nos acercamos a algo desconocido, que es el fin, la meta de todo lo que hacemos.
En este recorrido por lo desconocido, por los pequeños detalles de esta vida que me tocó en suerte, creo que merecerá la pena dejar recordatorios de lo vivido, para saber dónde he estado, y dónde no volveré a estar, porque, aunque vuelva al mismo lugar, la que no seré la misma seré yo...