sábado, 18 de julio de 2009
HISTORIA DE MEG
Meg acababa de llegar a casa. Era el día de su cumpleaños y, para variar, estaba sola. Su padre aún no había vuelto del trabajo, pero le había dejado su regalo en la entrada del comedor.
Esta vez eran dos paquetes; Meg ni siquiera intentó abrir el paquete más grande, sin duda se trataba de otro juego educativo. Los últimos tres años su padre le había regalado juegos didácticos, y Meg empezaba a preguntarse si lo hacía por la comodidad de no tener que pensar en el regalo o porque verdaderamente creía que iban bien para su educación.
Cuando abrió el regalo más pequeño, descubrió un reloj muy bonito, que se ceñía sólo lo suficiente a su muñeca. Le quedaba como un guante, y Meg sonrió al descartar que su padre no hubiera pensado en su regalo, estaba convencida de que había dedicado varias semanas hasta encontrar el reloj perfecto.
Se iba a levantar sin abrir el segundo paquete, pero decidió no hacerle un feo a su padre, sabía que tras la muerte de su madre ella se había convertido en el centro de su vida, y no quería defraudarle por no abrir su regalo. Cuando lo cogió para abrirlo, algo cayó al suelo. Era un sobre dorado, del tamaño de una cuartilla, y Meg pensó que era la felicitación de su abuela. Su sorpresa fue enorme cuando leyó:
Querida Meg,
Felicitaciones en el día de tu décimo segundo cumpleaños. Ya ha llegado el momento de que conozcas tus orígenes. Si estás interesada, preséntate mañana con esta invitación en la calle Wendy, número 25, a las seis de la tarde. Ven sola.
Atentamente, Mons. S.A.
Meg no salía de su asombro… ¿Era un broma? ¿Quien era Mons. S.A.? ¿Debía ir? Decididamente, quien le había mandado eso la conocía muy bien, era demasiado curiosa como para no ir…
Por último, Meg abrió el paquete grande. No se había equivocado, era el juego educativo que esperaba. También había una nota de su padre que decía:
Espero que esto te ayude a abrir tu mente y que, llegado el momento, te sirva para afrontar los retos a los que te enfrentarás en esta vida. Con todo mi cariño, papá.
Quizás fuera por la nota de Mons. S.A. pero Meg estaba intranquila. ¿A qué se refería su padre con lo de “afrontar los retos”? Durante toda la tarde estuvo dándole vueltas a la nota dorada, y decidió que acudiría a la calle Wendy, aunque antes tenía que buscarla en un callejero, porque no sabía dónde estaba.
Al día siguiente, a las 6 de la tarde, Meg se presentó en la dirección señalada. Su sorpresa fue mayúscula cuando comprobó que la fachada del número 25 era la entrada de un teatro, y que el título de la obra era “Mons. S.A.”. Estaba a punto de darse la vuelta y marcharse, pensando que era una broma, que alguien sabía que era su cumpleaños y le había regalado una “entrada muy original” para esa obra de teatro.
Se giró, y una mano la sujetó. Era una mano grande y fuerte, pero, aunque ejercía mucha presión en el hombro, no era amenazante. De hecho, casi era una caricia, la sujetaba con suavidad e incluso cariño. Antes de que Meg se girara para mirar al dueño de aquella mano escuchó:
-Tranquila Meg, ni mis compañeros ni yo estamos aquí para hacerte daño. Sólo estamos aquí para contarte una historia y que tú juzgues si puedes ayudarnos. Entra en el teatro y siéntate. Cuando acabe la obra resolveremos todas tus dudas-
Cuando Meg se giró, no había nadie a su lado, y decidió que aquello no era una broma, pero si podía ser un regalo de cumpleaños especial. Desde que su madre había muerto, no había vuelto a sentirse segura, y en ese momento, al escuchar esa voz y sentir esa mano en su hombro, se había sentido protegida. Decidió entrar al teatro y ver qué pasaba.
Cuando entró al patio de butacas, notó que los demás espectadores le resultaban familiares. No podía decir de qué los conocía, pero estaba segura de que los había visto. Buscó su asiento y, aunque no había mucha luz, se dio cuenta de que la rodeaban cinco personas un poco extrañas: una mujer alta y delgada, con el pelo liso y rubio, un hombre muy bajito y fuerte, otro hombre muy alto y fuerte (casi enorme), otro muy peludo y una mujer morena, muy pálida. No pudo fijarse en sus apariencias con más atención, de pronto la luz se apagó y se encendieron los focos del escenario. La función iba a empezar…
Las luces del escenario eran focos de colores; luces verdes, rojas, azules y amarillas que giraban sin cesar. De repente, Meg escuchó un suspiro misterioso a su lado, se giró pero allí no había nadie. Cuando volvió a mirar el escenario, vió a un hombre enorme, alto y muy fuerte. Su apariencia era apabullante, pero su sonrisa indicaba amabilidad y tranquilidad, así que nadie se asustó. De hecho, cuando el hombre comenzó a hablar y el público escuchó su voz, se produjo una gran carcajada.Todo el mundo esperaba una voz acorde con ese volumen corporal, pero en cambió se escuchó una voz suave e infantil. El hombre dijo:
-Mi nombre es Ralph, y soy un GIGANTE. Probablemente no creereis lo que os digo, pero eso es lo que soy. de hecho, soy uno de los pocos gigantes vivos que no se esconde. Mi familia está escondida en alguna parte del Norte de Escocia, pero eso es una historia triste que no quiero contar. Somos un grupo de Monstruos que estamos aquí para contar la historia de una niña. Una pequeña princesa que se perdió hace muchos años. Hoy estamos aquí porque porfín ha aparecido.-
- Había una vez, hace mucho, mucho tiempo...- una voz surgió detrás del gigante, y Meg se sorprendió al reconocer la voz del hombre que le había hablado en la puerta. Era un hombre fuerte, pero menos impresionante. Tenía una cara peculiar, unos ojos muy grandes y verdes, una nariz que por alguna razón no se correspondía con con su cara, unas orejas grandes y unos labios bien formados. -una princesita de un pais olvidado, Gwent, que vivía en un hermoso castillo con sus padres. Un día hubo una fiesta en el castillo y todos estaban invitados. Era una fiesta maravillosa, el salón estaba iluminado con velas, había un embriagador aroma de rosas por todas partes y todo el mundo cantaba y bailaba.-
-Lo recuerdo como si fuera ayer- dijo una voz nueva. - Yo tocaba el piano en la fiesta- Quien hablaba, era la mujer alta y rubia que Meg había visto, era bellísima. Si la mirabas una vez no deseabas volver a mirar otrta cosa. Su pelo brillaba como los rayos del sol y su sonrisa era tan cálida que hubieras pensado que era un ángel. - Me llamo Thain. Si no han creido lo que ha didho Ralph, tampoco me creereis a mí. Soy una elfa. Sí, no importa que no me crean, mi tarea es continuar con la historia que mis compañeros estan contando. Todo era perfecto en la fiesta, las hadas del bosque bailaban y cantaban y todo el mundo era feliz. Pero el rey y la reina habian olvidado invitar al Mago tenebroso del bosque, que irrumpió en la fiesta con muy malos modos, gritando:
-!Como os atreveis a olvidar la invitación del Gran, Poderoso, mago tenebroso del bosque!!- Antes de que nadie pudiera hacer nada para impedirlo, el mago se habia evaporado con la princesa. Desde entonces, mis amigos y yo la buscamos por todas partes. Afortunadamente, ayer Elkish el grande nos avisó de que la habia encontrado. Ahora sólo nos falta volver al palacio con ella y todos seremos felices...
“Decidimos preparar esta obra para explicarle a la princesa toda su historia” Esta vez habló una voz fría, una de esas voces que hacen temblar todo tu cuerpo por el miedo cuando las oyes. El hombre que hablaba era alto, y muy delgado, su cara era alargada y estaba muy pálida, y parecía muy preocupado, tenía unas ojeras enormes bajo sus ojos, y no había ni un atisbo de sonrisa en sus labios. “Me llamo Sabb, y no voy a perder mi tiempo explicándoos qué soy, ya que no vais a creerme”.
La curiosidad de Meg iba en aumento, ¿era ella la princesa de la que hablaban?; por un lado, decían que la princesa no estaba allí, por lo tanto no podía ser ella… pero, por otra parte, era su cumpleaños, la habían invitado, y aún recordaba la conversación en la puerta… “tu destino”. Meg empezó a repasar su vida, sus recuerdos de infancia y se dio cuenta de que no tenía recuerdos hasta su quinto cumpleaños, lo que le pareció un poco extraño, pero nunca le había preocupado… hasta ahora. Estaba pensando en todo eso, cuando se escuchó un fuerte estruendo y se encendió la luz. La función había acabado y ella continuaba sin respuestas a sus preguntas. Buscó a los actores y los encontró en una habitación gigantesca, iluminada con miles de velas que le daban un aspecto muy acogedor. Meg estaba tan asombrada por todo lo que estaba pasando que no podía dejar de hablar: -No entiendo nada, me traéis aquí, me contáis esta historia. No digo que os crea, pero si fuera así… porqué habéis dicho que vuestra princesa no estaba aquí? ¿Soy la princesa o no?, ¡Claro que no lo soy! No existe ninguna princesa, ni Gwent… todo esto es un sueño, ¿verdad?-
-Querida Meg, estás aquí porque ERES la princesa, hemos recorrido el mundo entero hasta dar contigo, y por fín, lo hemos logrado-
-Pero yo estaba en el teatro, y dijisteis que la princesa no estaba allí- Meg estaba intentando creer la historia, no era feliz en su vida porque pasaba demasiado tiempo sola… Aunque, si todo fuera cierto, y tuviera que marcharse y dejar todo atrás… echaría de menos a su padre
-Decidimos no decirte todo durante la obra- dijo Sabb, -porque estamos aquí para protegerte, y cuando iba a continuar hablando me di cuenta de que…-
-De que yo estaba allí, ¿no es eso?-
Meg se giró y vio a un hombre muy alto, que llevaba una capa y un sombrero negros. En su mano izquierda tenía una varita que movía peligrosamente.
-Meg, este es el Mago Tenebroso del bosque- dijo Ralph, poniendo una de sus grandes manos en los hombros de Meg, -pero ahora que te hemos encontrado, te vienes a casa con nosotros, él no puede hacer nada para detenernos-
-No volverá a Gwent con vosotros-
-Tiene razón, no vuelvo a palacio con ellos-, dijo Meg, -y la razón es que mi casa está aquí, con un padre al que veo poco, pero que por desgracia quiero mucho. Él es mi familia, no tengo recuerdos del rey y la reina, ni sentimientos hacia ellos, ¿cómo podría olvidar todo lo que recibí de mis padres? No tengo familia sin él, incluso de este modo tan peculiar. Le quiero, y no puedo marcharme con vosotros-
-Pero Meg, puedes tener lo que quieras- dijo Sabb, -la gente te cuidará y no tendrás que estar sola nunca más. Y además, piensa en el rey y la reina, ellos no han dejado de buscarte en todo este tiempo-.
-Lo sé, y lo siento de verdad, pero no puedo irme, ellos no son mi familia-
Después de una conversación muy larga, Meg decidió volver a su casa…
Esto no es un cuento, si lo fuera, el padre de Meg estaría esperándola en casa y todo comenzaría a ir mejor…
Pero cuando Meg llegó no había nadie, su padre aún estaba trabajando. Estaba un poco triste, pero aquella era su vida. Quería a su familia, era la única que tenía, y eso era más que suficiente para ella.
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La misma mano que se posó en el hombro de Meg se ha posado en el mío hasta el final del relato. Yo hubiera hecho lo mismo, así de fuertes son los sentimientos y lazos que creamos con los que estamos cuando hay amor y cuidados. Abrazo.
ResponderEliminarPrecioso cuento, es muy bonito, aunque en algún momento se me han hecho cortas las descripciones... estaba tan metida en el teatro, que me costaba salir ^^ Me ha gustado mucho la historia y la manera en la que te has metido en la voz de Meg, de nuevo otro aplauso para ti.
ResponderEliminarUn besazo
pd. Estás en Ícaro!!! yujuuuu, mua!
Un gusto haber encontrado tu blog te sigo y enlazo tu blog al mio de poemas para leerte con mas frecuencia...
ResponderEliminarun abrazo
saludos fraternos con cariño
Gracias por pasar y comentar se agradece ..
ResponderEliminartambién sigo a Ananda..es un gusto leerte
me acercare con mas frecuencia de eso no hay dudas..
Un abrazo
Saludos fraternos con cariño
Sencillamente increible!:)
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